Desde pequeña, me he involucrado de forma natural en el cuidado de niños. En la cultura latinoamericana, es común que los niños mayores ayuden a cuidar a sus hermanos menores o a miembros de la comunidad, y ese fue mi caso también. A los 12 años, ya ayudaba a mi mejor amiga a cuidar a su hermanito. Esto me enseñó, desde muy joven, a ser responsable, atenta y cariñosa con los pequeños. A medida que fui creciendo, seguí apoyando a familiares y amigos con el cuidado de niños siempre que era posible. Más tarde, durante la universidad, tuve la oportunidad de vivir en Bogotá, Colombia, durante tres meses como voluntaria. Allí, enseñé inglés y portugués a niños de 4 a 14 años en un centro comunitario local. Esta experiencia me ayudó a comprender cómo las diferentes edades requieren diferentes métodos de enseñanza, niveles de paciencia y sensibilidad emocional.

He trabajado con niños tanto en entornos lúdicos como educativos, combinando el cuidado con el aprendizaje. Me siento segura creando momentos divertidos, seguros y significativos con ellos, ya sea jugando, ayudando con las tareas, enseñando idiomas o simplemente escuchando cómo se sienten. Disfruto mucho pasar tiempo con niños y lo considero una parte valiosa y gratificante de mi camino.

Además de mi amor por los niños, también siento un profundo cariño por los animales. Crecí rodeada de mascotas y actualmente tengo dos bulldogs franceses en mi familia en Brasil. Creo que los animales, al igual que los niños, merecen cariño, atención y respeto, y siempre me alegra cuidarlos también.