Mi trayectoria como niñera comenzó a los 17 años y ha moldeado gran parte de lo que soy hoy.
Empecé ayudando a una amiga de la familia a cuidar a su hijo de 12 años; lo que empezó como un trabajo a tiempo parcial se convirtió rápidamente en una responsabilidad a tiempo completo. Como madre soltera, confiaba en mí para recogerlo del colegio, llevarlo a las prácticas deportivas, ayudarla con las tareas y preparar la cena cuando trabajaba hasta tarde. Me convertí en parte de su día a día y forjamos un fuerte vínculo que duró tres años.

A medida que su hijo crecía, me recomendó a otras familias, lo que me llevó a un puesto de niñera con dos niñas pequeñas, de 7 y 9 años. Nuestra conexión se forjó de forma natural y rápida, y permanecí con esa familia dos años más. Estas relaciones eran más que simples trabajos: eran parte de mi corazón y de mi crecimiento.

Finalmente, decidí terminar mi año sabático y estudiar, con el objetivo de una carrera más tradicional. Pero pronto me di cuenta de que la vida corporativa no encajaba con mi personalidad ni mi pasión. Me desenvuelvo en espacios donde puedo estar involucrada, emocionalmente presente y ser útil de forma real. Disfruto creando tranquilidad para los demás, siendo alguien con quien pueden contar cuando la vida se siente abrumadora.

Ser au pair en el extranjero no solo me permitiría seguir haciendo lo que me apasiona, sino que también me ofrecería la oportunidad de crecer personalmente, aprender de otra cultura y apoyar a una familia de forma significativa. Quiero ser una presencia reconfortante: alguien en quien una familia pueda apoyarse, confiar y apoyarse durante los altibajos de la vida diaria. Por eso estoy aquí: para ayudar, cuidar y marcar la diferencia.